Por: Lic. Elizabeth González Flores
En publicaciones anteriores hemos insistido en la importancia de firmar un contrato para formalizar cualquier operación. Sin embargo, no basta con tener un contrato, lo verdaderamente importante es que esté bien redactado y contemple los escenarios que podrían presentarse, especialmente ante un incumplimiento.
Muchas veces, la rapidez de una transacción provoca que se firmen contratos con cláusulas genéricas, dejando a las partes desprotegidas y en incertidumbre.
Para evitarlo, te compartimos algunas cláusulas clave que debes considerar:
- El objeto del contrato y la contraprestación: Define claramente en qué consiste la operación, así como los derechos y obligaciones que cada una de las partes asume en la operación y describe con detalle cada elemento.
- Derecho de retención o suspensión de la contraprestación pactada: Prevé que, en caso de incumplimiento, la parte afectada pueda retener o suspender la contraprestación pactada.
- Vigencia y causas de terminación del contrato: Indica cuánto durará el contrato y en qué casos podrá darse por terminado (incumplimiento, fuerza mayor, cambios económicos, etc.).
- Garantías y responsabilidad: Establece mecanismos para asegurar el cumplimiento (pagaré, fianza, prenda, hipoteca) y limita la responsabilidad ante ciertos eventos para proteger el patrimonio de las partes.
- Penalidades: Fija una sanción económica para quien incumpla, aplicable de forma inmediata, sin necesidad de demostrar el daño. Debe ser proporcional a lo pactado para evitar abusos.
- Jurisdicción: Determina qué leyes y tribunales serán competentes en caso de conflicto.
Un contrato bien estructurado protege a las partes, da certeza sobre lo pactado, evita malentendidos y establece claramente las consecuencias de un incumplimiento.
Recuerda: ¡La buena fe también se firma!